Corea
del norte quiere madrazos. Presumiendo
su arsenal militar, intimidan a los Estados Unidos, dicen que están listos para
un buen agarrón. Leo la nota y pienso
que todos deberíamos tragar saliva con dificultad, que nos deberían sudar las
manos, que deberíamos ponernos a rezar. No me interesa saber el tipo de armas
que tienen. Nada podríamos hacer ante una madriza campal entre estos dos
animalitos bélicos.
En
momentos como estos, es cuando defiendo la hipnosis colectiva que genera el
futbol. El estúpido futbol. El opio del pueblo.
El adormecedor de conciencias. La farsa deportiva. En verdad prefiero
ver futbol y pensar que rodando una pelota podemos reivindicar el orgullo.
¿Contra quien juega México? Juega contra
los gringos. Los gringos que tanto odiamos y a la vez, tanto veneramos
consumiendo sus películas, su comida, su ropa, sus cafés, su estilo de vida en
general. En verdad, prefiero ver futbol, por lo menos para distraerme unos
instantes si es que acaso los norcoreanos hablan en serio y deciden jalarle. Prefiero ver futbol y catalogar este partido
como un asunto de seguridad nacional.
Imposible permitir una derrota en tierra azteca ante el acérrimo
rival. Es el clásico de la CONCACAF,
partido de eliminatoria. Los fantasmas del mundial de Corea – Japón me rondan
la cabeza. No viene Donovan, saco el aire con sensación de alivio. Le rezó al
chícharo. No nos falles chícharo, nos falles pinche chícharo. En tus pies
encomendamos el triunfo. En un remate de cabeza, como sea.
Prefiero
ver futbol y odiar a los gringos por noventa minutos, prefiero pensar que
nuestra historia se podría sanar gracias a Javier Hernández y compañía.
Prefiero sacar los complejos frente al televisor. Recuerden gringos, PEMEX no
se vende. A Europa hay que reconocerle que evolucionó, dicen que los europeos
inventaron el futbol para odiarse sin hacerse daño. Así es pinches coreanos, pónganse a jugar
futbol contra los Estados Unidos y arreglen sus enormes diferencias en 90
minutos.