La Plaza de Toros México luce con una media entrada, todos perciben el momento en que Catalino de la Vega se va tirar a matar, hay un gran silencio, una buena estocada le representará una oreja. Llega ese momento y da tremendo pinchazo al astado de la ganadería de Villa Real, un bonito novillo que le envistió bien pero que Catalino lo toreó medianamente, vuelve a intentar matar al novillo y vuelve a fallar, la gente comienza a chiflarle así que siente mucha más presión en sus tensos hombros; los novilleros torean con la ansiedad que representa enfrentarse a un animal de 500 kilos y la presión de buscar la alternativa, Catalino no podía desperdiciar sus oportunidades en la Monumental, oportunidades que muchos chavales desean y que sueñan con ser figuras del Toreo.
– Tranquilo duque, tranquilo – dice su apoderado desde el burladero.
En eso se oye un tremendo grito que sale de la boca de Catalino y logra atravesar al novillo después de su quinto intento; palmas y rechiflas. Catalino siente una insatisfacción por dejar la oportunidad de lucir en la México.
Catalino regresa a entrenar a la plaza el lunes siguiente, ya que tendrá varías fechas más en la temporada novilleril de la Plaza México, da naturales y derechazos a un carrito que trae atados unos cuernos y que es llevado por un ayudante.
– Si torearas siempre así serías figura, sino, no pasarás de ser un torerrillo de provincia – grita su apoderado desde el burladero.
Catalino levanta la cara y responde en tono de reproche – Si me consiguieras más fechas aunque sea en pueblos, tendría más chance de ser visto –.
Joaquín su apoderado con ánimos de bajar el calor de la discusión le contesta – Si lo entiendo Catalino – se mete al ruedo y se acerca al enfurecido novillero, lo toma del hombro y le dice – Matador, tienes que cuestionarte si realmente quieres ser torero, tienes 19 años y no has empezado una carrera profesional, vivir del toreo sólo las grandes figuras.
Catalino clava el estoque muy despacio en la arena de la vacía pero impresionante plaza.
– Lo sé Joaquín, lo sé, simplemente sueño con triunfar, pero no sé si tengo las agallas para hacerlo, la fiesta brava me apasiona, pero quizá viendo solamente los toros desde la barrera – dice Catalino.
“El duque”, como conocen en la fiesta brava a Catalino, sale de su entrenamiento cabizbajo, trae un paliacate rojo amarrado en el cuello y una tremenda maleta con sus capotes y muletas, se sienta en la calle en frente del estadio Azulgrana, donde están terminando de entrenar los Toros de Insurgentes, equipo que va por el campeonato de la liga premier mexicana.
Catalino tiene la mirada perdida hacia el viejo inmueble donde los Toros de Insurgentes han tenido tardes gloriosas, si ese color azulgrana con el que luce el estadio pudiera hablar, contaría cientos de batallas que han hecho de los Toros de Insurgentes un equipo de leyenda.
Catalino toma su maleta, sus estoques y comienza a caminar lentamente hacia la estación del metro San Antonio, cuando de pronto pasa una camioneta Cherokee a toda velocidad al lado de él, a unos 10 metros la camioneta se frena y se echa en reversa, el vidrio polarizado comienza a bajar.
- ¿Catalino? – Pregunta nada más y nada menos que Alfredo “el troyano” Gutiérrez, centro delantero de los Toros de Insurgentes, luciendo su impecable pants marca Naga, con los colores azulgrana del equipo. Alfredo ha sido un delantero de leyenda, que está en la recta final de su carrera, tiene 33 años y sabe que pronto abandonará las canchas.
- Sí, tu eres “el troyano” - contesta Catalino con un asombrado tono de voz.
- Exacto matador, ¿A dónde vas? Te llevo – pregunta Alfredo
- Pues voy a mí casa que está en la colonia Roma – contesta Catalino
- Voy por el rumbo, súbete – dice Alfredo y al instante se baja de su camioneta para abrir la cajuela para que Catalino suba sus cosas, Catalino no podía creer que una estrella del futbol nacional lo ubicara, por lo mismo no dudó en preguntar:
- Oye ¿cómo es que me ubicas, yo siendo un simple novillero de 19 años y tu siendo estrella del futbol?-
- Pues soy muy aficionado a los toros, ayer tuve la oportunidad de verte y pues toreas muy bien, esas primeras chicuelinas y los naturales que le pegaste con la muleta, ameritaban la oreja de tu segundo toro, ¡lástima que pinchaste al matar!- exclamó Alfredo
- Si caray, se me fue esa oportunidad de lucir en la México por esa cochina estocada – se lamenta Catalino
- Tranquilo, estás joven y pues tienes toda una vida para convertirte en figura del toreo, yo apenas a mis 22 empezaba a lucir en las canchas, a los 25 fue mi primer título de goleo- dice Alfredo.
- Si, recuerdo bien cuando jugabas en Alfareros, yo soy Alfarero de corazón, te recuerdo yo siendo un chaval de 10 años, tú empezabas tu carrera – dice entusiasmado Catalino.
- ¿En verdad le vas a los Alfareros? la próxima jornada jugamos contra ellos, me va doler hacer pomada al equipo de mis inicios, pero así es esto del futbol – afirma Alfredo.
- En verdad Alfredo que yo siempre quise ser futbolista, cuando te veía en las canchas, eras todo un ídolo en mi colonia, luego te fuiste a jugar a los Halcones y me caíste mal por traidor – ambos se ríen por el comentario – pero bueno, ahora en Toros la afición te adora y la afición de Alfareros te recuerda con gran cariño – dice Catalino.
- Oye, si siempre quisiste ser futbolista, ¿por qué nunca lo intentaste? – pregunta Alfredo, que maneja sin mucha precaución.
- Pues mira, jugaba muy bien al futbol, me probé varias veces pero la fiesta brava me apasiona, el problema que tengo, es que ahora me cuestiono si realmente quiero ser torero, no sé, me faltan agallas, quizá verdadera pasión, siento que tengo arte pero no es suficiente - dice confundido Catalino.
- Pues estás chavo, tienes tiempo para ver qué quieres hacer de tu vida, ¿el futbol no te apasiona tanto como la fiesta brava? – pregunta nuevamente Alfredo.
- Cómo no, siempre iba al estadio con mi papá, duré años en las fuerzas básicas de los Alfareros, jugaba en la media cancha, volante izquierdo, soy zurdo para patear la bola, por eso yo creo que toreando me luzco con los naturales – contesta Catalino.
- Pues mira, tienes 19 años, ¿por qué no vas un día a probarte con los Novillos de Insurgentes? nuestro equipo de la segunda división, ¿qué tal si el futbol es lo tuyo y no la fiesta brava? – le interroga Alfredo.
-Sería fantástico, en verdad no jugaba mal, quien quite y lo mío sea el futbol – contesta Catalino.
Esa conversación, cambiaría la vida de Catalino, el sentirse cobijado por una estrella del futbol lo hacía regresar a un viejo sueño, el de ser figura no del toreo sino del balompié, no dudó ni un instante en irse a probar, hizo tan buena química con Alfredo que iría recomendado por él, sin siquiera haber visto sus cualidades futbolísticas. Antes de bajarse de la camioneta, Alfredo le dijo – ya me imagino, con tu apodo de “matador” si te conviertes en futbolista – Catalino sonrió irónicamente pero con una tremenda ilusión de ver realizado un sueño que tenía en el baúl de los recuerdos.
Alfredo fue a hablar con el director técnico de los Novillos de Insurgentes, para pedirle una oportunidad para que Catalino fuera probado con el equipo; a Ramón “el pelusa” González, el entrenador de los Novillos, no le parecía que un torero quisiera ser futbolista, pero ante la insistencia de Alfredo, este accedió pensando en que nada perdía en probarlo; pero cuál fue su sorpresa, que Catalino tenía una zurda privilegiada, ponía centros exactos, tenía un control estupendo de la bola, “el pelusa” estaba hipnotizado con el tremendo juego de este novillero con espíritu de futbolista, Catalino veía al rival como un feroz astado, al cual al driblar le pegaba hermosas chicuelinas, había una rara combinación entre sentirse futbolista y ser torero.
“El pelusa” habló con Catalino, fue claro con él - Mira torero, tu futbol es bastante fino, tienes buena ubicación de la cancha, yo bien te podría dar una oportunidad en el equipo, de aquí se jala la directiva a muchachos al equipo de la liga premier, pero ¿cómo está eso de que eres torero? Si te vienes no puedes hacer ambas cosas.
Catalino sintió un nerviosismo por todo su cuerpo, sabiendo que le quedaban más fechas en la México y una serie de novilladas en provincia.
“El pelusa” continuó - Vente a jugar con nosotros, condición traes, supongo que por el entrenamiento de eso de querer ser torero, cuerpo tienes, así que tienes todo, pero no te veo muy convencido, ¿qué te detiene? – pregunta un insistente “pelusa”.
- Mira, tengo varios contratos en la México y no puedo cancelarlos, son de aquí a tres meses y pues en tres meses no podría dejar la fiesta brava - contesto Catalino con un dejo de tristeza.
- Pues piénsalo, si te quieres quedar en el equipo tiene que ser ya, pero tendrías que dejar los toros, no vamos a invertir en ti con el riesgo que te den una cornada, ¿cuánto ganas de novillero?- preguntó el pelusa.
- Pues casi nada, el pago es la oportunidad de torear en la México, y pues tengo que ser figura para empezar a ganar dinero – contestó Catalino.
- Bueno, aquí te digo que estos muchachos o chavales como tú los llamas, siendo de segunda división, ni siquiera por estar en el primer equipo se ganan un buen billete. Piénsalo y la próxima semana hablamos- concluyó “el pelusa”.
Dos semanas después, Catalino seguía su entrenamiento en la Plaza México con cierta tristeza, ya no se sentía novillero, sin embargo sabía que tenía que salir al ruedo el domingo que venía, de pronto le surgió una idea maravillosa la cual le motivo para salir con más ganas a torear a sus novillos.
El domingo llegó, partió plaza no con la esperanza de que pronto le dieran la alternativa, tampoco sentía que pronto estaría en las canchas jugando al futbol, ese día traía un as bajo la manga, estaba dispuesto a cambiar a la fiesta brava, con tremenda sonrisa esperó en el burladero a que saliera su novillo, cuando le tocó su turno, salió al ruedo y con un farol de rodillas recibió a un bonito animal de la ganadería de Buenos Aires, y en seguida se escuchó el ¡oooooole! de la plaza que lucía nuevamente una media entrada.
Empezó a dar hermosas verónicas y retaba al novillo para que le envistiera una y otra vez, vino el turno de los picadores, después la especialidad de Catalino, poner los tres pares de banderillas de manera perfecta.
Inmediatamente identificó a Alfredo “el troyano” Gutiérrez en la barrera de primera fila de sombra, los Toros de Insurgentes habían ganado ese día por 3 a 0 a los Angeles de San Luis, y se posicionaban como primer lugar de la liga, Catalino se acercó y le brindó su toro a Alfredo. – Figura – dijo Catalino – te brindo esta tarde en agradecimiento de cuestionar el destino de mi vida, va por ti -.
En ese momento Catalino le pidió a su apoderado que le detuviera la muleta, Catalino se veía muy misterioso, corrió y se metió al callejón para abrir una maleta donde sacaría un balón el cual aventaría al ruedo, la gente se comenzó a poner de pie, su apoderado se quedó sin palabras entre la pena y la vergüenza de pensar lo que Catalino, su querido “duque” iba a hacer, en eso Catalino salió al ruedo, comenzó a dominar el balón y a tocarlo contra las tablas, le pidió a sus subalternos que se llevaran al novillo hasta el otro lado del ruedo, en eso, adelantando el balón unos dos metros, pegó tremendo grito, ¡Ajaaa toro!, el novillo dejó ir su furia contra Catalino, éste a su vez comenzó a correr hacia el toro controlando la bola y estando a unos dos metros, con total sangre fría y con una técnica individual espectacular, Catalino gambeteo para dejar al toro de lado, como si le hubiera quebrado la cintura, despertando nuevamente el ¡oooooole! de la gente, volvió a citar al toro para levantar un poquito el balón y hacerle un sombrerito esquivando al animal a pocos centímetros de ser cogido, la gente estaba encendida, faltaba una suerte más, teniendo al toro en las tablas, lo citó con el balón a sus pies para sacar un toque hacia el burladero y hacerle una pared a “cilantrito”, nombre con el que el novillo salió al ruedo. La gente estaba impresionada de lo que acababa de ver, nuevas suertes en la fiesta brava con un balón de futbol.
Catalino tomó el esférico con su mano derecha, se paró a mitad del ruedo y agradeció al público sus ovaciones, para después correr con su apoderado y pedirle su muleta con lo que terminaría espectacular tarde.
– Duque, eso que acabas de hacer es una blasfemia para la fiesta brava, estás tarado o qué – le recriminó Joaquín su apoderado.
Catalino emocionado de lo que había hecho, simplemente contestó – Tranquilo Joaquín, no deja de ser una suerte para el toreo y me la tienen que hacer valer, mira al público, está emocionado de lo que hice, ahora dame mi muleta que voy a sacudir a este animal-.
Catalino toreó a “cilantrito” con tremendos derechazos y naturales, un noble novillo que envistió las veces que quiso, en cada serie terminaba con bonitos pases de pecho que gustaban al público, pero venía su coco, la suerte de tirarse a matar, la suerte que no dominaba por completo, si pegaba a la primera, después de haber visto un novillero futbolista quien sabe que le representaría; la plaza, en total silencio, estaba viendo la forma como Catalino se perfilaba a matar….. Silencio, completo silencio, el único ruido que se escuchó fue un ¡ajaaaa! … dejando ir su fuerza contra el animal para fundir el estoque hasta el fondo, levantando la ovación de la plaza y viendo el graderío repleto de pañuelos blancos.
Por mientras, la autoridad discutía lo que había visto, la gente pedía las orejas y el rabo, y la autoridad se las concedió, para ser esa tarde el triunfador y salir cargado en hombros por toda la avenida Insurgentes. Al día siguiente, los periódicos en su imagen gráfica sacaban los momentos en que Catalino bailaba al novillo, las escenas dieron la vuelta al mundo y muchos analistas decían, pero ¿qué hace este joven en la fiesta brava, si tiene condiciones para triunfar en un campo de futbol? Catalino comenzó a ser visto y plaza en la que se presentaba llenaba con sus nuevas suertes futbolísticas, comenzó a ser un fenómeno del toreo, el futbol lo motivaba a salir al ruedo y tener toda la personalidad para triunfar, porque siempre después de torear con el balón, sentía una vibra que le brotaba de los poros de la piel para torear a los animales.
Un día en una nueva fecha que le dieron en la plaza México, después de volver a triunfar y consolidarse como un gran novillero, la directiva de los Toros de Insurgentes junto con Alfredo “el troyano” Gutiérrez, fueron a hablar con Catalino, al volverse a ver hubo un abrazo fraterno entre esta nueva figura del toreo y la estrella del futbol.
- ¿Cómo estás Alfredo? te he visto que andas en grande en la liga, pareces un chaval de 20 años que quiere comerse al mundo – le dijo Catalino.
- No es para tanto, más bien el muchacho que tiene hambre de triunfar eres tú, por lo mismo la directiva del equipo quiere hablar contigo – contestó Alfredo
El presidente del equipo, Fabián Meza, se acercó a Catalino para tratar de convencerlo que fuera a jugar con los Toros de Insurgentes y para ello lo invitó a cenar cerca de la Plaza México, fueron a la comida Alfredo, Fabián y Catalino, en plena charla, llegó Roberto Escamilla, director de naga, la marca patrocinadora de los Toros de Insurgentes y Fernando “el guerrillero” Mendieta, entrenador del primer equipo. El que hizo la oferta a Catalino para que se fuera a jugar futbol fue Roberto.
- Mira Catalino, platicaron Fabián y Fernando con “el pelusa”, él habló muy bien de tus cualidades, dijo que fue una lástima que no te quedaras con el equipo, te hiciste famoso en dos meses con tus suertes futbolísticas, te proponemos, de parte de la empresa ser tu patrocinador siempre y cuando aceptes ir al primer equipo, ni siquiera a segunda división, y empieces tu carrera como futbolista – le ofreció el director de reconocida empresa.
Roberto Escamilla ya traía todo un plan de mercadotecnia en torno a la imagen de Catalino, era un garbanzo de a libra este nuevo fenómeno, la gente ya lo conocía por sus suertes y era momento de capitalizar eso.
- Entonces Catalino, es momento de que decidas, no se te volverá a presentar una oportunidad igual - dijo el presidente del equipo.
A Catalino se le iluminó la cara y no dudó un solo instante, como lo hizo la primera vez.
- Muy bien, dígame qué tengo que hacer – preguntó Catalino.
- Mañana es cosa de firmar el contrato, citar a los medios de comunicación y anunciarte como nuevo refuerzo del equipo, empezarás a entrenar desde mañana después de la firma y podrás debutar en cualquier domingo, no tenemos ningún problema con que juegues, ante la federación se pueden registrar jugadores que nunca hayan jugado en primera, “el guerrillero” decidirá el momento en que debutes – concluyó Fabián.
- Muy bien “matador”, bienvenido a los Toros, es momento de que empieces a torear, pero en la cancha – le dijo Alfredo.
Al otro día la directiva citó a conferencia de prensa, anunciando a su nuevo refuerzo: Catalino “el duque” de la Vega. La sala de prensa estaba abarrotada, al salir Catalino a toparse con los medios vinieron las preguntas, las fotos, la firma del contrato y la puesta de la camiseta con el número 17 y el nombre estampado por detrás.
Joaquín su apoderado, apoyó en todo momento a Catalino, al final de cuentas, él era como un padre para Catalino, amigo entrañable de la familia y buscador de talentos taurinos, él se encargó de cancelar los contratos que tenía en otras plazas.
Catalino comenzó con su entrenamiento y la prensa lo seguía con gran interés, no sólo la prensa nacional sino mucha prensa extranjera, la cadena deportiva ESLT lo entrevistó en vivo para su programa de futbol que tenía todos los días, el famoso periodista Andrés Guzmán sería el encargado de entrevistar “al duque” que pronto cambiaría su apodo en el ambiente futbolero por el de “Matador”.
- Estamos con Catalino de la Vega, personaje que se ha hecho famoso en la fiesta brava por torear con los pies, es un gusto saludarte Catalino y bueno, ¿a qué se debe esta aventura? – preguntó Andrés.
- Uno tiene sueños en el aire, sueños que busca, que anhela; sin embargo, muchas veces no se tiene el camino para llegar a esos sueños, pero cuando existen en la mente es porque hay la posibilidad de realizarlos, hay una fuerza interna dentro de cada ser humano, una especie de sabiduría en la cual uno encuentra lo que realmente anhela y yo anhelo el futbol, quiero levantar la copa con los Toros de Insurgentes – contestó Catalino con mucha pasión.
- ¿Fue difícil tomar esta decisión? – preguntó el famoso comentarista.
- Sí, totalmente, mi familia es cien por ciento taurina, es por eso que también tuve gran gusto por los toros, pero realmente mi sueño es jugar al futbol, y creo que mi fuerza y sabiduría interna, energía que todos poseemos me trajo hasta aquí- Exclamó el torero convertido en futbolista.
- ¿Dónde acaban tu sueños Catalino? – preguntó nuevamente Andrés.
- En el universo interno de mi ser, los sueños no tienen un límite, están sustentados con la fuerza del corazón, mis sueños terminarán cuando yo esté hecho cenizas con una lápida que diga, yace aquí un hombre que amó lo que hacía.- contestó finalmente Catalino.
Andrés vio la energía que trasmitía Catalino, casi no hablaron de futbol, sino de la manera en que Catalino fraguó este sueño. La función estaba por comenzar.
Llegó el primer domingo en que Catalino salía a la banca, ya conocía a todos su compañeros, ya había pasado la novatada forzosa de nuevo ingreso, estaba listo para cuando el entrenador lo decidiera, Toros se jugaba el liderato de la liga ante los Coyotes, se jugaba más que eso, ya que los Halcones venían dos puntos atrás de ellos, faltaban dos fechas para que terminara el campeonato y había que luchar por la corona, que le correspondería al primer lugar de la liga premier, Coyotes no estaba ya peleando por nada; sin embargo, era un equipo que metía duro la pierna, en el mismo horario jugaban los Halcones, todos estaban al pendiente de los dos partidos, de pronto se sabe que Halcones ya va ganando y esto hace presión en Toros.
A mediados del primer tiempo, el portero de Coyotes despeja el balón, lo recibe en la media cancha “el canelo”, éste deja pasmados en el piso a dos rivales, entre ellos Alfredo “el troyano” que bajaba a hacer labores defensivas, “el canelo” filtra un balón para que Memo Guevara, delantero de los Coyotes fusile a Isaac Romero para marcar el primer tanto del partido, así finalizaría la primera mitad.
Los regaños no se hicieron esperar en el vestidor de los Toros, todos ya sabían que Halcones iba ganando 1-0 y que de continuar los marcadores así, se irían un punto arriba, haciendo más presión para la última fecha, que se convertiría en una final ya que sería contra ellos, contra los Halcones.
El estadio de los Coyotes, esperaba la entrada de Catalino, “el niño torero”, “el matador”, “el duque”, un centenar de apodos ya tenía. Empezando la segunda mitad, Coyotes traía hambre de ganarle al líder de la liga; Isaac, el portero de los Toros, estaba en grande parando balón tras balón, “el guerrillero”, estaba ya desesperado por el mal funcionamiento de su equipo, los balones no llegaban a Alfredo, que pegaba gritos dirigiendo al resto del equipo.
De pronto se escuchó la voz esperada - Catalino, calienta, vas a entrar por Rubalcaba- ordenó “el guerrillero”.
Al momento en que se pone la casaca, la porra de los Toros emprendió un grito de alegría, hizo sus movimientos de calentamiento, faltaban 20 minutos para terminar el encuentro, Catalino estaba ya listo en la línea para entrar, el torero se había convertido de pronto en un toro, en un Toro de Insurgentes. El sonido local anunció el cambio y Catalino arrancando pasto de la cancha y persignándose con éste, entró para tratar de empatar el partido, dio indicaciones a sus compañeros, tocó su primer balón en su sueño como futbolista y se vino la primera patada para “el matador”. Toros tuvo un reacomodo en la cancha, presionaba por las bandas y mandaba centros que no se convertían en gol; pero la primera genialidad de Catalino vendría faltando 5 minutos para terminar el encuentro, tomando un balón en la media cancha, sintió que toreaba a 11 astados replegados en su territorio para defender el 1-0 a su favor, avanzó con la pelota controlada, se quitó la barrida de un hombre y tocó el balón con un compañero que éste a su vez hizo la pared para que Catalino filtrara la pelota y de media vuelta “el Troyano” sacara tremendo disparo para mandar el balón al fondo de la red. El marcador se logró empatar; por su parte Halcones ganó 2-0 y todo se tendría que definir en la última fecha del campeonato.
Los Toros viajaron de regreso en avión a la Ciudad de México, en el vuelo se acercó Alfredo a platicar con un cansando Catalino que sólo veía hacia el inmenso paisaje de las nubes, Alfredo simplemente dijo – Gracias amigo –.
- Gracias por qué - contestó Catalino.
- Por ayudar a conquistar uno de mis últimos sueños en el futbol, ser campeón goleador y lograr el campeonato con los Toros, el próximo domingo es nuestro día – afirmó con entusiasmo Alfredo.
Catalino se sentía pleno, le había dado un giro a su vida de 180 grados, cambió los oles de las verónicas por los oles de tocar el balón entre los compañeros de equipo, cambió las orejas y el rabo por el grito apasionante de un gol, cambió el salir en hombros por el aplauso de la afición, cambió el partir plaza por salir del tunel con 10 toreros más en busca de la gloria.
La última fecha del campeonato representaba una final entre Toros y Halcones, ambos empatados en puntos, si en el partido empataban, la corona sería para los Halcones debido a su diferencia de goles, así que Toros estaba obligado a ganar, la única ventaja que tendrían es que jugarían en el estadio Azulgrana, quién iba a pensar que en el inmueble de enfrente Catalinó también soñó con tardes gloriosas.
El domingo no se hizo esperar, las gradas a reventar, los hinchas de ambas escuadras gritaban los cánticos de lealtad, de amor a su camiseta, todos listos para salir al campo, la gloria podría estar a la vuelta de la esquina en un medio día donde el sol quemaba sin piedad, el silbatazo inicial se dio; Catalino, nervioso en la banca, esperaba nuevamente su oportunidad.
Halcones bien plantado en la cancha salió a especular, su especialidad era el contragolpe, agarrar a las defensas tambaleantes, así empezó jugando con sus estrellas al mando, Romareli, el “güero” Estrada, el “caníbal” Mendoza, jugadores experimentados que también querían el título y que sabían por donde jugar y como jugar, pero por parte de Toros había también mucho talento, Alfredo era el comandante de este equipo, estaba a poco tiempo de convertirse de nuevo en campeón goleador, pero más le importaba ganar el campeonato con el equipo.
Halcones jugaba como mejor sabía hacerlo, contragolpes peligrosos que hacían de Isaac Romero una pieza fundamental en el cuadro de Toros, éste al parar un balón, pegaba gritos a sus defensas, sabía de la peligrosidad del rival. Las oportunidades eran pocas para Toros, de tres cuartos para adelante no funcionaban, Catalino sentía un cosquilleo en la panza, veía el sufrir de sus compañeros al no poder penetrar la defensiva del rival, Catalino sentado en la banca empezó a escuchar en su mente los oles que llegó a levantar en el inmueble de enfrente, en la Monumental Plaza México, recordó su hazaña de la suerte que impuso, la suerte del futbolista, la suerte de torear con los pies, en ese trance se dio cuenta de que la primera mitad había terminado y que sólo faltaban 45 minutos para poder conseguir el campeonato, con el empate, la gloria se esfumaría.
Empezando la segunda mitad, los Toros seguían inoperantes, al mismo tiempo empezaban a replegar a los Halcones, la presión cada vez era mayor, “ el guerrillero” mandó a toda la banca a calentar, desde la tribuna se escuchaban los gritos de apoyo para Catalino, ídolo emanado de su ingenio y de su sueño de ser futbolista, Catalino y todo el resto del equipo que calentaban trataba de no perder detalle del encuentro, de pronto, se quedan pasmados, un balón bombeado para Alfredo es la posibilidad, se va sólo contra el portero y antes de entrar al área, recibe tremenda zancadilla por detrás, el estadio se enardece y el árbitro no duda en sacar la roja al agresor, “el fantasma” Morales, el pilar más importante de la defensa de los Halcones se había ido expulsado, la mala noticia para los Toros es que Alfredo no iba a poder continuar, tenía un esguince en el tobillo derecho y ”el guerrillero” no tardó en hacer el cambio, - Catalino, te vas a la media cancha y mandas a Rubalcaba en lugar de Alfredo, confío en ti torero, parte plaza – fueron las palabras de su entrenador.
La afición aplaudió la entrada de Catalino, Alfredo miraba incrédulo desde la banca el no poder continuar en el partido pero confiaba en su amigo, aquel al que impulsó para ser futbolista; el tiempo transcurría y los Halcones de plano estaban echados atrás, cuidando el empate sin goles, sus ataques dependían de contragolpes cada vez menores, faltaban 5 minutos para terminar el encuentro, Catalino llevaba 10 minutos en la cancha y no se había mostrado, todos tenían la esperanza en que el torero hiciera su mejor faena.
Minuto 45 y las esperanzas de Toros no morían, un último intento para lograr la copa se vino por el lado derecho, de los pies de Rubalcaba se emprendía el ataque, Catalino se descolgó para entrar al área enemiga, cerca del manchón penal esperaba un centro que pudiera rematar, alzó un brazo pidiendo el balón, Rubalcaba tocó el esférico a “el gonzo” Ramírez, este a su vez hizo pared con Rubalcaba para que antes de que saliera el balón, mandara un centro donde Catalino desmarcado y con el brazo arriba, visualizara venir un toro bravo convertido en balón, levantó su otro brazo, saltó con todo el impulso posible y con los brazos arriba, remató con la cabeza simulando clavar un par de banderillas para mandar el balón al fondo de las redes.
Toda la banca salió a festejar el gol, la afición enloqueció porque representaba el título para los Toros, el silbatazo final trajo la gloria, y el estadio Azulgrana se llenó de pañuelos blancos para pedir orejas y rabo para el hombre que les dio la corona, Alfredo cojeando logró llegar hasta Catalino - gracias amigo, por darnos la copa – dijo el lesionado ídolo de los Toros. Catalino dio la vuelta al estadio en hombros, convertido en todo un matador, su sueño se había hecho realidad.
Sub Comandante Danzo
– Tranquilo duque, tranquilo – dice su apoderado desde el burladero.
En eso se oye un tremendo grito que sale de la boca de Catalino y logra atravesar al novillo después de su quinto intento; palmas y rechiflas. Catalino siente una insatisfacción por dejar la oportunidad de lucir en la México.
Catalino regresa a entrenar a la plaza el lunes siguiente, ya que tendrá varías fechas más en la temporada novilleril de la Plaza México, da naturales y derechazos a un carrito que trae atados unos cuernos y que es llevado por un ayudante.
– Si torearas siempre así serías figura, sino, no pasarás de ser un torerrillo de provincia – grita su apoderado desde el burladero.
Catalino levanta la cara y responde en tono de reproche – Si me consiguieras más fechas aunque sea en pueblos, tendría más chance de ser visto –.
Joaquín su apoderado con ánimos de bajar el calor de la discusión le contesta – Si lo entiendo Catalino – se mete al ruedo y se acerca al enfurecido novillero, lo toma del hombro y le dice – Matador, tienes que cuestionarte si realmente quieres ser torero, tienes 19 años y no has empezado una carrera profesional, vivir del toreo sólo las grandes figuras.
Catalino clava el estoque muy despacio en la arena de la vacía pero impresionante plaza.
– Lo sé Joaquín, lo sé, simplemente sueño con triunfar, pero no sé si tengo las agallas para hacerlo, la fiesta brava me apasiona, pero quizá viendo solamente los toros desde la barrera – dice Catalino.
“El duque”, como conocen en la fiesta brava a Catalino, sale de su entrenamiento cabizbajo, trae un paliacate rojo amarrado en el cuello y una tremenda maleta con sus capotes y muletas, se sienta en la calle en frente del estadio Azulgrana, donde están terminando de entrenar los Toros de Insurgentes, equipo que va por el campeonato de la liga premier mexicana.
Catalino tiene la mirada perdida hacia el viejo inmueble donde los Toros de Insurgentes han tenido tardes gloriosas, si ese color azulgrana con el que luce el estadio pudiera hablar, contaría cientos de batallas que han hecho de los Toros de Insurgentes un equipo de leyenda.
Catalino toma su maleta, sus estoques y comienza a caminar lentamente hacia la estación del metro San Antonio, cuando de pronto pasa una camioneta Cherokee a toda velocidad al lado de él, a unos 10 metros la camioneta se frena y se echa en reversa, el vidrio polarizado comienza a bajar.
- ¿Catalino? – Pregunta nada más y nada menos que Alfredo “el troyano” Gutiérrez, centro delantero de los Toros de Insurgentes, luciendo su impecable pants marca Naga, con los colores azulgrana del equipo. Alfredo ha sido un delantero de leyenda, que está en la recta final de su carrera, tiene 33 años y sabe que pronto abandonará las canchas.
- Sí, tu eres “el troyano” - contesta Catalino con un asombrado tono de voz.
- Exacto matador, ¿A dónde vas? Te llevo – pregunta Alfredo
- Pues voy a mí casa que está en la colonia Roma – contesta Catalino
- Voy por el rumbo, súbete – dice Alfredo y al instante se baja de su camioneta para abrir la cajuela para que Catalino suba sus cosas, Catalino no podía creer que una estrella del futbol nacional lo ubicara, por lo mismo no dudó en preguntar:
- Oye ¿cómo es que me ubicas, yo siendo un simple novillero de 19 años y tu siendo estrella del futbol?-
- Pues soy muy aficionado a los toros, ayer tuve la oportunidad de verte y pues toreas muy bien, esas primeras chicuelinas y los naturales que le pegaste con la muleta, ameritaban la oreja de tu segundo toro, ¡lástima que pinchaste al matar!- exclamó Alfredo
- Si caray, se me fue esa oportunidad de lucir en la México por esa cochina estocada – se lamenta Catalino
- Tranquilo, estás joven y pues tienes toda una vida para convertirte en figura del toreo, yo apenas a mis 22 empezaba a lucir en las canchas, a los 25 fue mi primer título de goleo- dice Alfredo.
- Si, recuerdo bien cuando jugabas en Alfareros, yo soy Alfarero de corazón, te recuerdo yo siendo un chaval de 10 años, tú empezabas tu carrera – dice entusiasmado Catalino.
- ¿En verdad le vas a los Alfareros? la próxima jornada jugamos contra ellos, me va doler hacer pomada al equipo de mis inicios, pero así es esto del futbol – afirma Alfredo.
- En verdad Alfredo que yo siempre quise ser futbolista, cuando te veía en las canchas, eras todo un ídolo en mi colonia, luego te fuiste a jugar a los Halcones y me caíste mal por traidor – ambos se ríen por el comentario – pero bueno, ahora en Toros la afición te adora y la afición de Alfareros te recuerda con gran cariño – dice Catalino.
- Oye, si siempre quisiste ser futbolista, ¿por qué nunca lo intentaste? – pregunta Alfredo, que maneja sin mucha precaución.
- Pues mira, jugaba muy bien al futbol, me probé varias veces pero la fiesta brava me apasiona, el problema que tengo, es que ahora me cuestiono si realmente quiero ser torero, no sé, me faltan agallas, quizá verdadera pasión, siento que tengo arte pero no es suficiente - dice confundido Catalino.
- Pues estás chavo, tienes tiempo para ver qué quieres hacer de tu vida, ¿el futbol no te apasiona tanto como la fiesta brava? – pregunta nuevamente Alfredo.
- Cómo no, siempre iba al estadio con mi papá, duré años en las fuerzas básicas de los Alfareros, jugaba en la media cancha, volante izquierdo, soy zurdo para patear la bola, por eso yo creo que toreando me luzco con los naturales – contesta Catalino.
- Pues mira, tienes 19 años, ¿por qué no vas un día a probarte con los Novillos de Insurgentes? nuestro equipo de la segunda división, ¿qué tal si el futbol es lo tuyo y no la fiesta brava? – le interroga Alfredo.
-Sería fantástico, en verdad no jugaba mal, quien quite y lo mío sea el futbol – contesta Catalino.
Esa conversación, cambiaría la vida de Catalino, el sentirse cobijado por una estrella del futbol lo hacía regresar a un viejo sueño, el de ser figura no del toreo sino del balompié, no dudó ni un instante en irse a probar, hizo tan buena química con Alfredo que iría recomendado por él, sin siquiera haber visto sus cualidades futbolísticas. Antes de bajarse de la camioneta, Alfredo le dijo – ya me imagino, con tu apodo de “matador” si te conviertes en futbolista – Catalino sonrió irónicamente pero con una tremenda ilusión de ver realizado un sueño que tenía en el baúl de los recuerdos.
Alfredo fue a hablar con el director técnico de los Novillos de Insurgentes, para pedirle una oportunidad para que Catalino fuera probado con el equipo; a Ramón “el pelusa” González, el entrenador de los Novillos, no le parecía que un torero quisiera ser futbolista, pero ante la insistencia de Alfredo, este accedió pensando en que nada perdía en probarlo; pero cuál fue su sorpresa, que Catalino tenía una zurda privilegiada, ponía centros exactos, tenía un control estupendo de la bola, “el pelusa” estaba hipnotizado con el tremendo juego de este novillero con espíritu de futbolista, Catalino veía al rival como un feroz astado, al cual al driblar le pegaba hermosas chicuelinas, había una rara combinación entre sentirse futbolista y ser torero.
“El pelusa” habló con Catalino, fue claro con él - Mira torero, tu futbol es bastante fino, tienes buena ubicación de la cancha, yo bien te podría dar una oportunidad en el equipo, de aquí se jala la directiva a muchachos al equipo de la liga premier, pero ¿cómo está eso de que eres torero? Si te vienes no puedes hacer ambas cosas.
Catalino sintió un nerviosismo por todo su cuerpo, sabiendo que le quedaban más fechas en la México y una serie de novilladas en provincia.
“El pelusa” continuó - Vente a jugar con nosotros, condición traes, supongo que por el entrenamiento de eso de querer ser torero, cuerpo tienes, así que tienes todo, pero no te veo muy convencido, ¿qué te detiene? – pregunta un insistente “pelusa”.
- Mira, tengo varios contratos en la México y no puedo cancelarlos, son de aquí a tres meses y pues en tres meses no podría dejar la fiesta brava - contesto Catalino con un dejo de tristeza.
- Pues piénsalo, si te quieres quedar en el equipo tiene que ser ya, pero tendrías que dejar los toros, no vamos a invertir en ti con el riesgo que te den una cornada, ¿cuánto ganas de novillero?- preguntó el pelusa.
- Pues casi nada, el pago es la oportunidad de torear en la México, y pues tengo que ser figura para empezar a ganar dinero – contestó Catalino.
- Bueno, aquí te digo que estos muchachos o chavales como tú los llamas, siendo de segunda división, ni siquiera por estar en el primer equipo se ganan un buen billete. Piénsalo y la próxima semana hablamos- concluyó “el pelusa”.
Dos semanas después, Catalino seguía su entrenamiento en la Plaza México con cierta tristeza, ya no se sentía novillero, sin embargo sabía que tenía que salir al ruedo el domingo que venía, de pronto le surgió una idea maravillosa la cual le motivo para salir con más ganas a torear a sus novillos.
El domingo llegó, partió plaza no con la esperanza de que pronto le dieran la alternativa, tampoco sentía que pronto estaría en las canchas jugando al futbol, ese día traía un as bajo la manga, estaba dispuesto a cambiar a la fiesta brava, con tremenda sonrisa esperó en el burladero a que saliera su novillo, cuando le tocó su turno, salió al ruedo y con un farol de rodillas recibió a un bonito animal de la ganadería de Buenos Aires, y en seguida se escuchó el ¡oooooole! de la plaza que lucía nuevamente una media entrada.
Empezó a dar hermosas verónicas y retaba al novillo para que le envistiera una y otra vez, vino el turno de los picadores, después la especialidad de Catalino, poner los tres pares de banderillas de manera perfecta.
Inmediatamente identificó a Alfredo “el troyano” Gutiérrez en la barrera de primera fila de sombra, los Toros de Insurgentes habían ganado ese día por 3 a 0 a los Angeles de San Luis, y se posicionaban como primer lugar de la liga, Catalino se acercó y le brindó su toro a Alfredo. – Figura – dijo Catalino – te brindo esta tarde en agradecimiento de cuestionar el destino de mi vida, va por ti -.
En ese momento Catalino le pidió a su apoderado que le detuviera la muleta, Catalino se veía muy misterioso, corrió y se metió al callejón para abrir una maleta donde sacaría un balón el cual aventaría al ruedo, la gente se comenzó a poner de pie, su apoderado se quedó sin palabras entre la pena y la vergüenza de pensar lo que Catalino, su querido “duque” iba a hacer, en eso Catalino salió al ruedo, comenzó a dominar el balón y a tocarlo contra las tablas, le pidió a sus subalternos que se llevaran al novillo hasta el otro lado del ruedo, en eso, adelantando el balón unos dos metros, pegó tremendo grito, ¡Ajaaa toro!, el novillo dejó ir su furia contra Catalino, éste a su vez comenzó a correr hacia el toro controlando la bola y estando a unos dos metros, con total sangre fría y con una técnica individual espectacular, Catalino gambeteo para dejar al toro de lado, como si le hubiera quebrado la cintura, despertando nuevamente el ¡oooooole! de la gente, volvió a citar al toro para levantar un poquito el balón y hacerle un sombrerito esquivando al animal a pocos centímetros de ser cogido, la gente estaba encendida, faltaba una suerte más, teniendo al toro en las tablas, lo citó con el balón a sus pies para sacar un toque hacia el burladero y hacerle una pared a “cilantrito”, nombre con el que el novillo salió al ruedo. La gente estaba impresionada de lo que acababa de ver, nuevas suertes en la fiesta brava con un balón de futbol.
Catalino tomó el esférico con su mano derecha, se paró a mitad del ruedo y agradeció al público sus ovaciones, para después correr con su apoderado y pedirle su muleta con lo que terminaría espectacular tarde.
– Duque, eso que acabas de hacer es una blasfemia para la fiesta brava, estás tarado o qué – le recriminó Joaquín su apoderado.
Catalino emocionado de lo que había hecho, simplemente contestó – Tranquilo Joaquín, no deja de ser una suerte para el toreo y me la tienen que hacer valer, mira al público, está emocionado de lo que hice, ahora dame mi muleta que voy a sacudir a este animal-.
Catalino toreó a “cilantrito” con tremendos derechazos y naturales, un noble novillo que envistió las veces que quiso, en cada serie terminaba con bonitos pases de pecho que gustaban al público, pero venía su coco, la suerte de tirarse a matar, la suerte que no dominaba por completo, si pegaba a la primera, después de haber visto un novillero futbolista quien sabe que le representaría; la plaza, en total silencio, estaba viendo la forma como Catalino se perfilaba a matar….. Silencio, completo silencio, el único ruido que se escuchó fue un ¡ajaaaa! … dejando ir su fuerza contra el animal para fundir el estoque hasta el fondo, levantando la ovación de la plaza y viendo el graderío repleto de pañuelos blancos.
Por mientras, la autoridad discutía lo que había visto, la gente pedía las orejas y el rabo, y la autoridad se las concedió, para ser esa tarde el triunfador y salir cargado en hombros por toda la avenida Insurgentes. Al día siguiente, los periódicos en su imagen gráfica sacaban los momentos en que Catalino bailaba al novillo, las escenas dieron la vuelta al mundo y muchos analistas decían, pero ¿qué hace este joven en la fiesta brava, si tiene condiciones para triunfar en un campo de futbol? Catalino comenzó a ser visto y plaza en la que se presentaba llenaba con sus nuevas suertes futbolísticas, comenzó a ser un fenómeno del toreo, el futbol lo motivaba a salir al ruedo y tener toda la personalidad para triunfar, porque siempre después de torear con el balón, sentía una vibra que le brotaba de los poros de la piel para torear a los animales.
Un día en una nueva fecha que le dieron en la plaza México, después de volver a triunfar y consolidarse como un gran novillero, la directiva de los Toros de Insurgentes junto con Alfredo “el troyano” Gutiérrez, fueron a hablar con Catalino, al volverse a ver hubo un abrazo fraterno entre esta nueva figura del toreo y la estrella del futbol.
- ¿Cómo estás Alfredo? te he visto que andas en grande en la liga, pareces un chaval de 20 años que quiere comerse al mundo – le dijo Catalino.
- No es para tanto, más bien el muchacho que tiene hambre de triunfar eres tú, por lo mismo la directiva del equipo quiere hablar contigo – contestó Alfredo
El presidente del equipo, Fabián Meza, se acercó a Catalino para tratar de convencerlo que fuera a jugar con los Toros de Insurgentes y para ello lo invitó a cenar cerca de la Plaza México, fueron a la comida Alfredo, Fabián y Catalino, en plena charla, llegó Roberto Escamilla, director de naga, la marca patrocinadora de los Toros de Insurgentes y Fernando “el guerrillero” Mendieta, entrenador del primer equipo. El que hizo la oferta a Catalino para que se fuera a jugar futbol fue Roberto.
- Mira Catalino, platicaron Fabián y Fernando con “el pelusa”, él habló muy bien de tus cualidades, dijo que fue una lástima que no te quedaras con el equipo, te hiciste famoso en dos meses con tus suertes futbolísticas, te proponemos, de parte de la empresa ser tu patrocinador siempre y cuando aceptes ir al primer equipo, ni siquiera a segunda división, y empieces tu carrera como futbolista – le ofreció el director de reconocida empresa.
Roberto Escamilla ya traía todo un plan de mercadotecnia en torno a la imagen de Catalino, era un garbanzo de a libra este nuevo fenómeno, la gente ya lo conocía por sus suertes y era momento de capitalizar eso.
- Entonces Catalino, es momento de que decidas, no se te volverá a presentar una oportunidad igual - dijo el presidente del equipo.
A Catalino se le iluminó la cara y no dudó un solo instante, como lo hizo la primera vez.
- Muy bien, dígame qué tengo que hacer – preguntó Catalino.
- Mañana es cosa de firmar el contrato, citar a los medios de comunicación y anunciarte como nuevo refuerzo del equipo, empezarás a entrenar desde mañana después de la firma y podrás debutar en cualquier domingo, no tenemos ningún problema con que juegues, ante la federación se pueden registrar jugadores que nunca hayan jugado en primera, “el guerrillero” decidirá el momento en que debutes – concluyó Fabián.
- Muy bien “matador”, bienvenido a los Toros, es momento de que empieces a torear, pero en la cancha – le dijo Alfredo.
Al otro día la directiva citó a conferencia de prensa, anunciando a su nuevo refuerzo: Catalino “el duque” de la Vega. La sala de prensa estaba abarrotada, al salir Catalino a toparse con los medios vinieron las preguntas, las fotos, la firma del contrato y la puesta de la camiseta con el número 17 y el nombre estampado por detrás.
Joaquín su apoderado, apoyó en todo momento a Catalino, al final de cuentas, él era como un padre para Catalino, amigo entrañable de la familia y buscador de talentos taurinos, él se encargó de cancelar los contratos que tenía en otras plazas.
Catalino comenzó con su entrenamiento y la prensa lo seguía con gran interés, no sólo la prensa nacional sino mucha prensa extranjera, la cadena deportiva ESLT lo entrevistó en vivo para su programa de futbol que tenía todos los días, el famoso periodista Andrés Guzmán sería el encargado de entrevistar “al duque” que pronto cambiaría su apodo en el ambiente futbolero por el de “Matador”.
- Estamos con Catalino de la Vega, personaje que se ha hecho famoso en la fiesta brava por torear con los pies, es un gusto saludarte Catalino y bueno, ¿a qué se debe esta aventura? – preguntó Andrés.
- Uno tiene sueños en el aire, sueños que busca, que anhela; sin embargo, muchas veces no se tiene el camino para llegar a esos sueños, pero cuando existen en la mente es porque hay la posibilidad de realizarlos, hay una fuerza interna dentro de cada ser humano, una especie de sabiduría en la cual uno encuentra lo que realmente anhela y yo anhelo el futbol, quiero levantar la copa con los Toros de Insurgentes – contestó Catalino con mucha pasión.
- ¿Fue difícil tomar esta decisión? – preguntó el famoso comentarista.
- Sí, totalmente, mi familia es cien por ciento taurina, es por eso que también tuve gran gusto por los toros, pero realmente mi sueño es jugar al futbol, y creo que mi fuerza y sabiduría interna, energía que todos poseemos me trajo hasta aquí- Exclamó el torero convertido en futbolista.
- ¿Dónde acaban tu sueños Catalino? – preguntó nuevamente Andrés.
- En el universo interno de mi ser, los sueños no tienen un límite, están sustentados con la fuerza del corazón, mis sueños terminarán cuando yo esté hecho cenizas con una lápida que diga, yace aquí un hombre que amó lo que hacía.- contestó finalmente Catalino.
Andrés vio la energía que trasmitía Catalino, casi no hablaron de futbol, sino de la manera en que Catalino fraguó este sueño. La función estaba por comenzar.
Llegó el primer domingo en que Catalino salía a la banca, ya conocía a todos su compañeros, ya había pasado la novatada forzosa de nuevo ingreso, estaba listo para cuando el entrenador lo decidiera, Toros se jugaba el liderato de la liga ante los Coyotes, se jugaba más que eso, ya que los Halcones venían dos puntos atrás de ellos, faltaban dos fechas para que terminara el campeonato y había que luchar por la corona, que le correspondería al primer lugar de la liga premier, Coyotes no estaba ya peleando por nada; sin embargo, era un equipo que metía duro la pierna, en el mismo horario jugaban los Halcones, todos estaban al pendiente de los dos partidos, de pronto se sabe que Halcones ya va ganando y esto hace presión en Toros.
A mediados del primer tiempo, el portero de Coyotes despeja el balón, lo recibe en la media cancha “el canelo”, éste deja pasmados en el piso a dos rivales, entre ellos Alfredo “el troyano” que bajaba a hacer labores defensivas, “el canelo” filtra un balón para que Memo Guevara, delantero de los Coyotes fusile a Isaac Romero para marcar el primer tanto del partido, así finalizaría la primera mitad.
Los regaños no se hicieron esperar en el vestidor de los Toros, todos ya sabían que Halcones iba ganando 1-0 y que de continuar los marcadores así, se irían un punto arriba, haciendo más presión para la última fecha, que se convertiría en una final ya que sería contra ellos, contra los Halcones.
El estadio de los Coyotes, esperaba la entrada de Catalino, “el niño torero”, “el matador”, “el duque”, un centenar de apodos ya tenía. Empezando la segunda mitad, Coyotes traía hambre de ganarle al líder de la liga; Isaac, el portero de los Toros, estaba en grande parando balón tras balón, “el guerrillero”, estaba ya desesperado por el mal funcionamiento de su equipo, los balones no llegaban a Alfredo, que pegaba gritos dirigiendo al resto del equipo.
De pronto se escuchó la voz esperada - Catalino, calienta, vas a entrar por Rubalcaba- ordenó “el guerrillero”.
Al momento en que se pone la casaca, la porra de los Toros emprendió un grito de alegría, hizo sus movimientos de calentamiento, faltaban 20 minutos para terminar el encuentro, Catalino estaba ya listo en la línea para entrar, el torero se había convertido de pronto en un toro, en un Toro de Insurgentes. El sonido local anunció el cambio y Catalino arrancando pasto de la cancha y persignándose con éste, entró para tratar de empatar el partido, dio indicaciones a sus compañeros, tocó su primer balón en su sueño como futbolista y se vino la primera patada para “el matador”. Toros tuvo un reacomodo en la cancha, presionaba por las bandas y mandaba centros que no se convertían en gol; pero la primera genialidad de Catalino vendría faltando 5 minutos para terminar el encuentro, tomando un balón en la media cancha, sintió que toreaba a 11 astados replegados en su territorio para defender el 1-0 a su favor, avanzó con la pelota controlada, se quitó la barrida de un hombre y tocó el balón con un compañero que éste a su vez hizo la pared para que Catalino filtrara la pelota y de media vuelta “el Troyano” sacara tremendo disparo para mandar el balón al fondo de la red. El marcador se logró empatar; por su parte Halcones ganó 2-0 y todo se tendría que definir en la última fecha del campeonato.
Los Toros viajaron de regreso en avión a la Ciudad de México, en el vuelo se acercó Alfredo a platicar con un cansando Catalino que sólo veía hacia el inmenso paisaje de las nubes, Alfredo simplemente dijo – Gracias amigo –.
- Gracias por qué - contestó Catalino.
- Por ayudar a conquistar uno de mis últimos sueños en el futbol, ser campeón goleador y lograr el campeonato con los Toros, el próximo domingo es nuestro día – afirmó con entusiasmo Alfredo.
Catalino se sentía pleno, le había dado un giro a su vida de 180 grados, cambió los oles de las verónicas por los oles de tocar el balón entre los compañeros de equipo, cambió las orejas y el rabo por el grito apasionante de un gol, cambió el salir en hombros por el aplauso de la afición, cambió el partir plaza por salir del tunel con 10 toreros más en busca de la gloria.
La última fecha del campeonato representaba una final entre Toros y Halcones, ambos empatados en puntos, si en el partido empataban, la corona sería para los Halcones debido a su diferencia de goles, así que Toros estaba obligado a ganar, la única ventaja que tendrían es que jugarían en el estadio Azulgrana, quién iba a pensar que en el inmueble de enfrente Catalinó también soñó con tardes gloriosas.
El domingo no se hizo esperar, las gradas a reventar, los hinchas de ambas escuadras gritaban los cánticos de lealtad, de amor a su camiseta, todos listos para salir al campo, la gloria podría estar a la vuelta de la esquina en un medio día donde el sol quemaba sin piedad, el silbatazo inicial se dio; Catalino, nervioso en la banca, esperaba nuevamente su oportunidad.
Halcones bien plantado en la cancha salió a especular, su especialidad era el contragolpe, agarrar a las defensas tambaleantes, así empezó jugando con sus estrellas al mando, Romareli, el “güero” Estrada, el “caníbal” Mendoza, jugadores experimentados que también querían el título y que sabían por donde jugar y como jugar, pero por parte de Toros había también mucho talento, Alfredo era el comandante de este equipo, estaba a poco tiempo de convertirse de nuevo en campeón goleador, pero más le importaba ganar el campeonato con el equipo.
Halcones jugaba como mejor sabía hacerlo, contragolpes peligrosos que hacían de Isaac Romero una pieza fundamental en el cuadro de Toros, éste al parar un balón, pegaba gritos a sus defensas, sabía de la peligrosidad del rival. Las oportunidades eran pocas para Toros, de tres cuartos para adelante no funcionaban, Catalino sentía un cosquilleo en la panza, veía el sufrir de sus compañeros al no poder penetrar la defensiva del rival, Catalino sentado en la banca empezó a escuchar en su mente los oles que llegó a levantar en el inmueble de enfrente, en la Monumental Plaza México, recordó su hazaña de la suerte que impuso, la suerte del futbolista, la suerte de torear con los pies, en ese trance se dio cuenta de que la primera mitad había terminado y que sólo faltaban 45 minutos para poder conseguir el campeonato, con el empate, la gloria se esfumaría.
Empezando la segunda mitad, los Toros seguían inoperantes, al mismo tiempo empezaban a replegar a los Halcones, la presión cada vez era mayor, “ el guerrillero” mandó a toda la banca a calentar, desde la tribuna se escuchaban los gritos de apoyo para Catalino, ídolo emanado de su ingenio y de su sueño de ser futbolista, Catalino y todo el resto del equipo que calentaban trataba de no perder detalle del encuentro, de pronto, se quedan pasmados, un balón bombeado para Alfredo es la posibilidad, se va sólo contra el portero y antes de entrar al área, recibe tremenda zancadilla por detrás, el estadio se enardece y el árbitro no duda en sacar la roja al agresor, “el fantasma” Morales, el pilar más importante de la defensa de los Halcones se había ido expulsado, la mala noticia para los Toros es que Alfredo no iba a poder continuar, tenía un esguince en el tobillo derecho y ”el guerrillero” no tardó en hacer el cambio, - Catalino, te vas a la media cancha y mandas a Rubalcaba en lugar de Alfredo, confío en ti torero, parte plaza – fueron las palabras de su entrenador.
La afición aplaudió la entrada de Catalino, Alfredo miraba incrédulo desde la banca el no poder continuar en el partido pero confiaba en su amigo, aquel al que impulsó para ser futbolista; el tiempo transcurría y los Halcones de plano estaban echados atrás, cuidando el empate sin goles, sus ataques dependían de contragolpes cada vez menores, faltaban 5 minutos para terminar el encuentro, Catalino llevaba 10 minutos en la cancha y no se había mostrado, todos tenían la esperanza en que el torero hiciera su mejor faena.
Minuto 45 y las esperanzas de Toros no morían, un último intento para lograr la copa se vino por el lado derecho, de los pies de Rubalcaba se emprendía el ataque, Catalino se descolgó para entrar al área enemiga, cerca del manchón penal esperaba un centro que pudiera rematar, alzó un brazo pidiendo el balón, Rubalcaba tocó el esférico a “el gonzo” Ramírez, este a su vez hizo pared con Rubalcaba para que antes de que saliera el balón, mandara un centro donde Catalino desmarcado y con el brazo arriba, visualizara venir un toro bravo convertido en balón, levantó su otro brazo, saltó con todo el impulso posible y con los brazos arriba, remató con la cabeza simulando clavar un par de banderillas para mandar el balón al fondo de las redes.
Toda la banca salió a festejar el gol, la afición enloqueció porque representaba el título para los Toros, el silbatazo final trajo la gloria, y el estadio Azulgrana se llenó de pañuelos blancos para pedir orejas y rabo para el hombre que les dio la corona, Alfredo cojeando logró llegar hasta Catalino - gracias amigo, por darnos la copa – dijo el lesionado ídolo de los Toros. Catalino dio la vuelta al estadio en hombros, convertido en todo un matador, su sueño se había hecho realidad.
Sub Comandante Danzo