Tres tubos, dos postes y un travesaño; el zaguán de la cochera de tu casa; dos árboles; dos mochilas; una mochila y un árbol; un mochila y un pilar que sostiene un edificio; dos suéteres; dos botes de jumex; dos piedras; todo lo anterior separado por una distancia que nos permita improvisar una portería, eso es lo maravilloso del futbol, que se adapta a nuestras nesecidades de euforia y de envío de endorfinas a cada rincón de nuestro cuerpo.
Esa forma rectangular, cuadricular, lineal o hasta sin forma de improvisar una portería, donde el objetivo es pasar el balón por en medio y sumar un gol, es uno de los inventos más terapéuticos que ha tenido el ser humano en la historia moderna; claro, siempre y cuando el gol sume a tu favor y no sume en contra, el objetivo colectivo de mandar un gol al fondo de una portería, es la forma como quizá los hombres hacemos olvidar el hartazgo cotidiano; el futbol es terapéutico, siempre y cuando los límites de nuestra pasión no rebasen el área de nuestro raciocinio, ¿por qué un partido de futbol, tendría que terminar en una batalla campal con descalabrados y en muchas ocasiones, con la fuerza pública para calmar los ánimos? Es ahí donde la estupidez sobrepone a la cordura y termina convirtiendo el mítico equilibrio que puede dar el futbol en su antítesis.
Por más poco trascendental que sea un partido de futbol, la euforia que genera quizá sea pasajera, pero hacer un quiebre a tu rival y dejarlo plasmado detrás de ti para después meter un pase para gol en un campo de tierra, en la cuadra de tu calle o en la cascarita con tus amigos, es gratificante. Cuando jugamos en cancha grande, sentimos que estamos en una armonía mayor, más allá de la cascarita, ordenamos nuestras líneas, defensa, media y delantera; corremos tras el esférico para meterlo en una portería rectangular, que despierta una breve euforia, pero euforia al fín.
Desde un punto de vista matemático y físico, pienso que todo nace desde la misma naturaleza geométrica del futbol; un esférico, que con la aplicación de fuerza habrá que introducirlo en un marco rectangular. Nuestra euforia futbolística, se genera desde la geometría natural que rige al balompié.
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