Nagashima (I)


En busca de la mística

Hablar de Nagashima es transportar el tiempo 12 años atrás, cuando el estado de la conciencia empieza entrar en plenitud pero a la vez, la conciencia empieza a despertar los sueños y las ilusiones. Cuando uno tiene 17 años de edad, el estado de felicidad es pleno, quizá los mejores años ya pasaron, 17 años y un mundo por comernos, el problema es que no hay muchos tenedores ni muchos cuchillos para partirlo en pedacitos y tragárnoslo. Sin embargo, a los 17 años uno encuentra a los amigos, que siendo testigos mutuos de nuestras historias, creamos el ambiente perfecto para bajar esos sueños a la realidad. Así fue Nagashima, un sueño hecho realidad.

A los 17 años vivía en el mundo de los malos hábitos, con la consigna de disfrutarlo todo sin tener obligación de nada, y las pocas obligaciones que se tenían eran mal llevadas, un sano cinismo de ir a la escuela sin mochila, de no ser estudiantes sino simplemente ser asistentes a la escuela, la rutina era reír y disfrutar con el descaro de retar al entorno con nuestra propia actitud, el precio de nuestro inocente cinismo lo pagaríamos caro, pero nuestra naturaleza era cínica, el sistema donde nos desenvolvíamos nos permitía tener bajo control todo para concentrarnos en lo que para nosotros era lo realmente importante: el futbol.

Una semana de clases bastó para dar por concluido el curso escolar de nuestro último año de prepa, en esa semana tuvimos cuadernos perfectamente forrados, apuntes perfectamente tomados, actitud participativas, hasta darnos cuenta de que estábamos perdiendo el tiempo. En la clase de educación física, el Área IV a la que pertenecíamos, sería la encargada de organizar el torneo interno de futbol, el maestro Toño nos enseñó a hacer un rol de juegos para que se enfrentara todos contra todos, y pues al ser nuestro último año de preparatoria, teníamos que ganar el torneo.
Lo primero que había que hacer, era encontrarle un nombre al equipo, algo que sonara bien, fue así que nos dirigimos a Aki, la nueva compañera que venía del Japón creo que por intercambio, no lo sé, pero el caso era que estudiaría el ultimo año con nosotros; en su poco español nos dijo que Nagashima fue un gran jugador de futbol japonés; sin investigar mucho, decidimos ponerle al equipo así, Nagashima, pensábamos que en Japón algún equipo preparatoriano de adolescentes si quehacer, se llamaría Hugo Sánchez.

Nagashima fue el nombre ideal, para darle mística a lo que estábamos seguro que sucedería, levantar la copa al final de curso escolar, no podía ser otra la historia, teníamos una gran plantilla de jugadores comandados por Sergio Camacho, el portero que tenía desde la primaria defendiendo el marco de los equipos del Fray Luis de León por los que había pasado, esta vez su misión no sería en la portería, Sergio tenía la consigna de ir a la delantera, teníamos a nuestro propio Jorge Campos, portero y delantero a la vez, era un líder nato, algún día pensé que Camacho fue para Nagashima lo que Chilavert fue alguna vez para Paraguay.

Jugaríamos con Oscar Pardo en la portería, con Marco Oseguera, Jesús Avalos, Erick Mondragón en la defensa, David Rodríguez “el chapitas” y un servidor Daniel “la bruja” Muñoz en la media cancha, para dejar como extremos a Sergio Camacho y el Celestino García “el celes”, como centro delantero teníamos a un hombre diferente, Jorge Borbolla “el abuelo”. El abuelo se caracterizaba por su larga carrera y por hacer goles, nunca fue muy exacto en su técnica individual pero era un gran delantero, sabía marcar goles con los pies o a patines, ya que años atrás se había caracterizado como goleador de un equipo de Hockey. El abuelo simplemente tenía estrella, tenía carisma, poca actitud para la escuela pero mucha pasión para el futbol, bien decía Don Chucho nuestro entrenador de prepa en el FLL, “si eres bueno para el futbol, no has de ser muy bueno para la escuela”.

Estos ochos seríamos los encargados de darnos un título, simplemente había que poner a trabajar la imaginación y pues lo que hicimos fue eso, imaginar que jugábamos futbol profesionalmente, había que darle personalidad al equipo, así que nuestros colores fueron el azul y negro, compramos unas playera de medio pelo por no decir de pésima calidad, al centro de ella, con una serigrafía no muy buena, decía en blanco NAGASHIMA, todo estaba listo para empezar, jamás imaginaríamos que Nagashima marcaría nuestra vida para siempre, hicimos de este equipo en nuestro mundo, toda una filosofía de vida. El balón se puso a rodar.

(Próxima entrega: La playera, una quemada dolorosa)

1 comentarios:

Mi torneo 31 de julio de 2009, 0:10  

Que bueno que ya te decidiste a escribir de Nagashima, desde que iniciaste el blog estaba esperando el momento, con esta entrada casi se me salen las de coco, gracias por revivir tantos sentimientos y tantos recuerdos que trae consigo el nombre Nagashima, Bruja Nagashima aun no acaba de escribir su historia ya veras y lo que hoy estas escribiendo se convertira en el "viejo testamento" para los que vestiran la playera de Nagashima en el futuro, lo dije una vez y lo repetire toda la vida, apesar de todo, no cambio el haber sido parte de Nagashima por un titulo ni por nada, lo que vivi y lo que senti con Nagashima es irrepetible.
El azul y negro sigue latiendo en el corazon con un "57" dibujado en el centro...

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